Al estrés se le ha considerado la enfermedad del siglo XXI y sus consecuencias van más allá de trastornos del sueño y depresión. A pesar de que se nos suele bombardear con los efectos del estrés en los adultos, los niños son también un sector muy vulnerable.
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¿Qué pasa con los niños?
Por muy obvio que suene: los niños crecen y se convierten en adultos, atravesando etapas de vida y cambios biológicos que pueden hacer presencia para bien o para mal.
Niños con estrés
Si ser un adulto estresado no es para nada recomendable, un niño que vive con estrés tiene consecuencias irreparables.
Según una publicación de BBC, el Centro del desarrollo del niño de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, existen 3 tipos de respuesta ante el estrés: positiva, tolerable y tóxica, según como reaccione nuestro cuerpo al factor estresante.
Los expertos aseguran que las respuestas: positiva y tolerable forman parte del desarrollo del niño, sin embargo, el tercer tipo suele crear daños pues se manifiesta cuando la adversidad es fuerte, frecuente y dura mucho tiempo.
Además, el niño no cuenta con la orientación de un adulto o no de la forma adecuada ya que también pueden presentarse problemas como abuso físico o emocional, violencia, adicción a las drogas y problemas mentales o cargas relacionadas a vivir con bajos recursos.
La reacción del cuerpo al estrés tóxico
Con el estrés, no sólo el cuerpo, también el cerebro reacciona produciendo adrenalina, secretando hormonas como el cortisol e incluso generando palpitaciones.
Cabe mencionar que cuando el niño logra tener apoyo, las consecuencias fisiológicas suelen reducirse pero si son permanentes el cuerpo y el cerebro mantienen la misma respuesta a pesar de que ya no se presenten capítulos desagradables, lo que «sobresatura» el cerebro, provocando cambios en su desarrollo y estructura.
Para Hillary Franke, pediatra del Centro de Medicina Integrativa de la Universidad de Arizona, el estrés tóxico interviene en el sistema inmunológico, lo que ocasiona aumentos en riesgos y frecuencias de infecciones en los niños.
Sin embargo, esta no es la única consecuencia física, pues los expertos aseguran que el estrés tóxico aumenta la posibilidad de que en la edad adulta el niño manifieste enfermedades de obstrucción pulmonar crónica, cáncer, cardiopatías, obesidad, entre otras patologías.
Por otro lado, existen consecuencias emocionales y psicológicas que van desde trastornos depresivos, alcoholismo, intentos de suicidio, problemas de comportamiento, trastornos de estrés post traumático y psicosis.
Si tienes niños a tu alrededor recuerda hacerlos vivir su infancia, que se contagien lo menos posible de carencias y problemas familiares.
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