Si cuando sientes frío te da hambre, no estás alucinando y ese pancito con café tiene más sentido que nunca, (bueno, casi), esta es la explicación científica de que eso suceda.
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Expertos han encontrado más información de lo que ocurre cuando sentir frío nos despierta el apetito.
Ya se sabía que para mantener la temperatura corporal cuando hace frío, los mamíferos quemamos energía de forma automática, esta «fuga» de energía provoca que nos dé hambre. Sin embargo, no se sabía con detalle, cómo y cuáles son las neuronas que intervienen en este aumento de apetito.
¿Por qué cuando tienes frío te da más hambre?
Un nuevo estudio publicado en la revista Nature, dio a conocer que investigadores han encontrado cuáles son las neuronas encargadas de despertar el hambre cuando tenemos fío.
Este hallazgo es importante porque puede proporcionar información relevante para la salud metabólica y la pérdida de peso.
Los expertos, quienes trabajaron con ratones para estas pruebas, se dieron a la tarea de comparar la actividad de las neuronas en condiciones frías y cálidas.
Encontraron que, si bien la mayor parte de la actividad neuronal en el cerebro era mucho menor en condiciones de frío, partes de una región llamada tálamo mostraban una mayor activación.
Ahí descubrieron un grupo específico de neuronas llamado núcleo xifoides del tálamo de la línea media, que entran en acción para activar el proceso.
Cuando los expertos activaron artificialmente estas neuronas, los roedores aumentaron su búsqueda de alimentos, pero no otras actividades, mientras que, cuando se inhibió la actividad de estas neuronas, los ratones redujeron su búsqueda de alimento.
“Este es un mecanismo de adaptación fundamental en los mamíferos, y abordarlo con tratamientos futuros podría permitir la mejora de los beneficios metabólicos del frío u otras formas de quemar grasa”, explica el doctor Li Ye.
Ye es el autor principal del estudio, quien además es profesor asociado y presidente de Abide-Vividion en Química y Biología Química.
Encontrar el circuito cerebral en este proceso, otorgaría la posibilidad de bloquear el aumento habitual del apetito inducido por el frío.
Esto permitiría regímenes de exposición al frío relativamente simples para impulsar la pérdida de peso de manera eficiente.
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