Lamentablemente, hay personas que siempre quieren tener la razón. Desean ganar a toda costa. Y aunque tengas las pruebas de que no la tienen, jamás cederán.
Prefieren aferrarse a la idea de que su opinión es la correcta. De cierta forma es así porque han construido su identidad alrededor de esa necesidad soberbia de estar en lo cierto e imponer su opinión a los demás.
Las personas que siempre quieren tener la razón suelen adoptar un lenguaje corporal de imposición a través del cual proyectan una imagen de seguridad y superioridad.
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También es habitual que usen un lenguaje prepotente mediante el cual provocan que la única opinión válida sea la suya.
Siempre están dispuestas a explicarte en qué te has equivocado, pero no son capaces de aceptar sus errores.
Y aunque seas especialista en un campo, dirán que saben más que tú y harán oídos sordos a tus propuestas y opiniones.
Si estás lidiando con una persona que siempre quiere tener la razón, necesitas respirar, actuar de forma inteligente y hacer esto:
¿Por qué no debes pelear con alguien que quiere tener la razón?
Cuando comienzas a madurar ves las cosas con más inteligencia, te das cuenta de que es más importante tener paz que tener la razón.
Eres consciente de tus fuerzas y de lo que eres capaz, no necesitas demostrar nada a nadie, ni siquiera a ti mismo.
Ese nivel de autoconocimiento te brinda perspectiva. Te ofrece saber qué batallas valen la pena luchar y cuáles debes dejar ir.
La madurez también confiere la sabiduría de comprender que no siempre podemos cambiar a las personas.
Cada quien debe seguir su camino, aprender de sus errores. Caer y levantarse.
Ese recorrido forma parte de su trayecto y, aunque tengas las mejores intenciones, no siempre podrás lograr que una persona obsesionada con tener la razón se convierta en alguien de mente abierta y pensamiento flexible.
Así puedes lidiar con una persona que siempre quiere tener la razón
Esto significa que en la mayoría de los casos no es necesario que mantengas una discusión con una persona que siempre quiere tener la razón.
Quizá debas preguntarte cuánto te interesa dar tu opinión y qué valor podría aportar.
En los casos más extremos, incluso podrías preguntarte cuánto te interesa mantener la relación con esa persona.
A veces, no queda más opción que aceptar el desafío, sobre todo cuando esa persona quiere imponerte su forma de ver el mundo de una forma caprichosa.
En ese caso, en vez de declarar abiertamente la guerra, lo más inteligente es animarlo a pensar.
Y puedes hacerlo a través de preguntas que ofrezcan una alternativa a su pensamiento, como por ejemplo: ¿cómo llegaste a esa conclusión?, o ¿no has pensado alguna vez que…?
Con un poco de suerte, esas preguntas harán que se replantee su opinión y que pueda contemplar otra opción sin sentirse atacado como para ponerse a la defensiva.
El punto es que no quieras ganar o aferrarte a demostrarle que no tiene la razón, porque solo terminarás desgastándote y frustrándote por la situación.
Tampoco es que esa persona gane al no defender tu opinión, si él no tiene un oponente, sentirá que a nadie le importa su opinión y quedará desarmado.
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