Es un hotel con todas las comodidades que esperas en un hotel pero rodeado de historia. Es un spa que te hace viajar al pasado y un restaurante que te hace sentir presente.
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Todo eso es la Hacienda Santa Cruz en el estado de Yucatán.
Una cautivadora rotonda, rodeada de un jardín espectacular, en el abrazo de árboles flamboyanes, lluvia de oro, pich, naranjos y palmeras, será el escenario que te lleve hasta la recepción y desde que ves eso te sientes en un lugar especial, único, mágico.
El hotel está rodeado de complejos arquitectónicos coloniales que conformaron, en el siglo XVIII, un monasterio franciscano que pasó a ser una hacienda henequenera a finales del XIX, como muchas haciendas durante la época del oro verde yucateco.
Hoy en día funciona como un magestuoso hotel rodeado de extensos jardines que albergan sus 25 habitaciones, cada una con un estilo único y una propiedad que las distingue, ya sea un jacuzzi, una terraza, un patio interior o un jardín privado.
En lo que fuera la casa principal se encuentran 4 máster suites con 2 cuartos cada una, ideales para un ambiente familiar o para pasar un fin de semana con buenos amigos.
La capilla de la Hacienda le confiere ese toque casi mitológico, justo en la vereda principal, serena a pesar del tiempo y de la historias que ha visto pasar en sus paredes.
En todos los jardines encuentras vestigios de la antigua hacienda que te permiten sentirte en una época distinta: carritos de madera para transportar henequén, ruedas de agua, un pozo y hasta un alux para proteger a los huéspedes y recordarte que estás en Yucatán, lugar de herencia maya.
Sabores únicos en Valentina
El restaurante del hotel merece un apartado especial, porque no es un restaurante de hotel cualquiera, es una perfecta reverencia al escenario que lo alberga.
Ubicado en la terraza de la antigua casa de máquinas, tiene una vista espectacular hacia el jardín coronado por un gigantesco pich (árbol endémico de la región), bajo el cuál puedes tomarte una copa para refrescarte en una tarde de verano.
El menú tiene alma propia y es creación de la chef Margarita Carrillo. La invitación al desayuno llega con los primeros aromas a café, jugos recién preparados, mermeladas caseras y pan dulce de elaboración artesanal.
A esto se le suman una variedad de platillos típicos de la gastronomía yucateca como los papadzules o los huevos ahogados en caldo de chaya.
Valentina también ofrece el Sikil Pak, que en maya significa “semilla y tomate”, una pasta para abrir el apetito elaborada con pepitas de calabaza y jitomate; o el caldo de frijol con un ligero sabor a hierba santa. También destacan la costilla de cerdo en adobo de guayaba y morita con puré de papa y chaya; o el Pulpo a las brasas sobre papitas encamisadas.
Y aunque esto parece un paraíso salido de una novela de Laura Esquivel, está mucho más cerca de lo que imaginas, a sólo 10 minutos del aeropuerto de Mérida.
Si quieres disfrutar de este maravilloso espacio lo único que tienes que hacer es llegar a Mérida, pedirte un Uber y llegar a la Hacienda Santa Cruz.
De ahí en adelante, todo será felicidad.
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