¿Conoces el síndrome del Titanic?
Tenemos muchos miedos, tal vez, demasiados. Por suerte, cuando la vida va con normalidad logramos mantenerlos bajo control.
Aparecen solo de vez en cuando, pero con el tiempo se calman. Sin embargo, cuando las cosas se tuercen un poco, se vuelven persistentes.
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Uno de nuestros mayores temores es el miedo a la pérdida. Desde la pérdida de las personas que amamos, de la estabilidad, de todo aquello por lo que hemos trabajado durante años.
Las tragedias de la vida cotidiana nos han puesto frente a frente con la posibilidad de que se produzca esa pérdida. Nos han lanzado de lleno en el mundo líquido que describió Zygmunt Bauman.
Un mundo en el que nos vemos obligados a vivir al día, olvidándonos de las seguridades que nos reconfortan, sin poder hacer planes porque no sabemos cómo será el mañana.
Ese descubrimiento nos atemoriza porque confirmamos que no hay certezas ni seguridades que duren toda una vida.
Ese miedo que nos hace tambalear en realidad es un viejo conocido y nos remonta a la tragedia del Titanic…
Síndrome del Titanic: La tragedia que nos recuerda que todos somos vulnerables
La historia del Titanic se ha quedado impresa en la memoria colectiva. Y no solo por la pérdida de vidas humanas sino por todo lo que representó y todas las sombras que proyecta hacia nuestro futuro.
El iceberg representa los peligros que permanecen ocultos pero que, en cualquier momento pueden salir a la superficie para golpearnos.
Sin embargo, lo que más nos aterroriza de la historia del Titanic no es el iceberg y los peligros que este representa sino:
“el caos que se produjo dentro, en las cubiertas y en las bodegas de ese transatlántico de lujo, por ejemplo: la ausencia de un plan de evacuación y salvamento de los pasajeros que fuese sensato y viable en caso de hundimiento, o la acuciante escasez de botes salvavidas y flotadores”, según Bauman.
El Titanic fue una prueba de fuego que sacó a la luz nuestra imprevisión y vulnerabilidad.
Nos demostró que no importa cuánto avancemos en la tecnología y cuán seguros de lo que hemos construido estemos, lo impensable nos acecha para golpearnos cuando menos lo imaginemos aprovechando las vulnerabilidades que siempre existen.
Síndrome del Titanic: El miedo a perder todo de forma inesperada
Recordar la tragedia del Titanic hace aflorar algunos de nuestros miedos más profundos.
Bauman los agrupó bajo el concepto de “Síndrome del Titanic”, que “consiste en el horror de caerse por las rendijas de la corteza de la civilización y precipitarse en esa nada, desprovista de los ‘ingredientes fundamentales de la vida organizada y civilizada’” tal y como la conocemos.
Esa vida organizada comprende nuestra rutina cotidiana perfectamente predecible y estructurada.
“Los miedos que emanan del síndrome del Titanic son el miedo a un colapso o a una catástrofe que se abata sobre todos nosotros y nos golpea, ciega e indiscriminadamente, al azar y sin ton ni son, y que encuentre a todo el mundo desprevenido y sin defensas.
Existen, no obstante, otros temores no menos horrendos, o incluso más si cabe: el temor a ser separado en solitario de la multitud y a ser condenado a sufrir igualmente en solitario”, apuntó Bauman.
Es el miedo a que todo, tal y como lo conocemos, colapse. Y no exista fuerza individual o colectiva que lo sustente.
Es el miedo a que los conceptos de justo e injusto pierdan su sentido, como suele suceder en medio de las catástrofes. Y todo eso aumenta nuestra inseguridad.
Enfrentar los miedos y seguir adelante…
Ahora mismo estamos atravesando una fase de supervivencia. Los icebergs que nos esperan afuera son muchos y tenemos que enfrentarlos.
No se trata de cerrar los ojos y vivir de espaldas a ellos fingiendo que no existen, sino de aprender a convivir con ellos.
Debemos aceptar que la tragedia puede golpearnos y prepararnos psicológicamente para ello.
Reconocer nuestra vulnerabilidad, para así darnos cuenta de que cada día es un regalo y que no tenemos nada asegurado.
Está bien tener miedo, pero no podemos aferrarnos al pensamiento de que perderemos todo en cualquier momento.
Lo mejor es disfrutar, gozar y vivir al máximo, porque sí algún día nos quedaremos sin nada, pero hoy lo tenemos todo y debemos valorarlo.
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