Una persona controladora es aquella que intenta a toda costa mantener la autoridad, el poder y control, para tomar decisiones sobre las demás personas y situaciones.
No solo en lo personal también a nivel amoroso y profesional, puede querer llegar a dominar y que se haga su santa voluntad.
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Ser una persona controladora no te vuelve mejor y tampoco te ayuda a lograr tus objetivos, al contrario, solo te hunde en el fracaso, porque estás desperdiciando tu tiempo y talento en algo que no vale la pena.
Este comportamiento causa que todos te vean como alguien que solo busca beneficiarse o aprovecharse de otro, porque no tiene lo suficiente para sobresalir por sí solo.
Incluso, de forma indirecta, demuestras que estás lleno de miedos e inseguridades y por eso buscas tener el control de todo y de todos.
Seguir con esa actitud no te llevará a ningún lado y solo te creará conflictos innecesarios. Si quieres tener éxito, es momento de que elimines estos hábitos y actitudes de tu vida:
7 señales de que eres una persona controladora
1. Quieres decidir en todo momento.
No importa si conoces todo el contexto o si tienes los conocimientos necesarios para elegir lo mejor, tú quieres decidir y que se haga lo que tú quieras.
Sin importar que termines afectando a otras personas o si estás en lo correcto o no. Crees que tienes la verdad absoluta y lo que dices debe ser ley.
Lo peor viene cuando no te hacen caso o deciden de una forma diferente a la que tú querías, porque en ese momento te enojas y haces un berrinche.
2. No soportas la incertidumbre.
Tú necesitas saber hasta el más mínimo detalle o de lo contrario la ansiedad y angustia atacan tu mente.
Y no es solo que quieras claridad, es que te aterra no saber en dónde estás parado o cuál será el siguiente paso.
Por esto, siempre estás pensando en un plan B y hasta Z para salvar la situación.
3. Buscas tener la última palabra.
Ya sea durante una discusión o una plática importante, quieres que se note quién es la persona que manda o que tiene la razón.
Sin embargo, muchas veces, no es cuestión de poder, sino deseo de demostrar que eres superior, aunque tus habilidades demuestren lo contrario.
Crees que al tener la última palabra serás más respetado o tus palabras serán más consideradas, pero nunca suele ser así.
4. Te enfurece que te contradigan.
Para ti el único punto de vista que es válido es el tuyo y si alguien no coincide contigo o te señala que estás mal, el mundo se te viene encima.
Porque pierdes la razón, respondes de una forma agresiva y te enojas en extremo.
No importa si te dan razones de peso o te demuestran con hechos sólidos que te equivocaste, buscas la forma de que se disculpe contigo por tu error.
5. El mundo te debe algo.
Crees que puedes controlarlo todo y a todas las personas, porque están a tu disposición y te deben algo, cuando claramente no es así.
Te has engañado a ti mismo y te has hecho creer que todos deben estar a tus pies solo porque sí.
Sin embargo, es evidente que nadie te respeta y que por tu comportamiento no quieren estar cerca de ti.
6. No respetas los límites de otras personas.
Pareciera que te gusta hacer sufrir a los demás o que cambien su vida y límites a tu complacencia.
Porque en todo momento vas más allá de lo que te permiten, pero no eres capaz de hacerte cargo de las consecuencias.
Lo peor es que no pides permiso, pero tampoco perdón, solo lastimas y no piensas en las consecuencias.
7. Te involucras en todo.
O mejor dicho, te entrometes en cada situación que puedes. Aseguras que quieres ayudar y lo mejor para otros, pero en realidad quieres lo mejor para ti.
Por esto, te inmiscuyes y buscas la forma de encontrarle un beneficio al sufrimiento de otra persona.
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