¿Sabes qué es el Síndrome de la Buena Persona? Es importante que lo conozcas y seas consciente de si has sido víctima de esto.
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La gran, gran mayoría de las veces, nos enseñan a ser «buenas personas», a ser buenos hijos, buenos hermanos, buenos estudiantes, buenos sobrinos, buenas novios, buenaos esposos, buenos hombres, buenas empleados y podemos seguirle.
Sin embargo, este tipo de crianza suele estar sustentada por la obediencia y la complacencia, es decir, obedecer las reglas y complacer a quien las pone.
Entonces, crecemos con la idea de que «lo correcto» es obedecer y quedar bien, pero puede llegar un momento en la vida en el que nos cuestionemos si realmente esta es una convicción genuina y está en armonía con nuestra visión o si sólo estamos siguiendo la misma ideología que nos inculcaron y, si somos padres, lo estamos inculcando.
¿Tienes el síndrome de la buena persona?
Cuando tenemos el síndrome de la buena persona evitamos el conflicto o contradecir, tenemos una fuerte necesidad de complacer a lo demás, nos cuesta trabajo identificar nuestras necesidades y prioridades, incluso, llevar a cabo actos que satisfagan lo que realmente queremos, eso que nos hace feliz de forma genuina.
Algo que también está presente cuando se tiene en síndrome de la buena persona es que no podemos decir NO, lo que nos lleva a experimentar escenarios en donde estamos incómodos, incluso, nos sentimos en riesgo.
Además, solemos ofrecer disculpas cuando no hemos hecho nada malo, por lo que podemos omitir o cambiar nuestras opiniones ante lo demás, lo que representa que nos importa demasiado lo que los demás piensen de nosotros.
Este síndrome quiere decir que estamos en una búsqueda constante de aprobación, validación, reconocimiento, aceptación, es como si creyéramos que nos ganamos el amor de las personas siendo buenas y complaciéndolas.
¿Te identificas con esto?
Si te identificas, necesitas ir a terapia porque el acompañamiento de un profesional te ayudará, sin embargo, puedes comenzar a trabajarlo por tu cuenta.
Identifica esos momentos en los que estás en condiciones de responder y actuar según tus propias convicciones, no por lo que los demás esperan de ti o por generarles una mala opinión.
A final de cuentas, no pierdas de vista que la opinión es de ellos y no vives para complacerlos.
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